Madame Bovary - Gustave Flaubert
- whatever-blog
- 21 feb 2016
- 6 Min. de lectura
Resumen:

Emma es una muchacha de gran belleza, instruida, apasionada y soñadora. Ama la música y la literatura, y anhela para su vida los dramas y romances de las novelas que lee. Se crió en el campo, luego asistió a un internado de monjas, y finalmente se casó con el señor Bovary, un médico viudo que atendía a su padre, y que veía en ella toda la felicidad que no había encontrado en su primer matrimonio.
Ella se sintió feliz de salir del campo y alejarse de aquella vida que veía aburrida y simple. Depositaba en Bovary sus esperanzas para una gran vida, pero al poco tiempo de la luna de miel, fue creyéndolo cada vez más tonto, aburrido, molesto. Ella no podía corresponder su amor. Una noche asistieron al baile de un marqués. Emma quedó encantada por los lujos, los vestidos, el palacio, los modales refinados, las pretensiones, y por un vizconde que la había invitado a bailar. Deseó que fuese así toda su vida, pero la realidad contrastaba con sus fantasías.
Tras quedar embarazada, se mudaron a un nuevo pueblo. Allí conocieron personas nuevas, entre ellas, un estudiante de derecho llamado León. Este se enamoró de Emma no solo por su belleza, sino por su educación y su amor por las artes. Compartieron caminatas, atardecerse, poesías, conversaciones. Ella experimentó un amor lento, que fue creciendo cada día hasta volverse un amor innegable. El señor Bovary nada sospechaba. Emma dio a luz una niña.
León la deseaba y la quería pero debido a su timidez y a las imposibilidades de su unión, se marchó a Paris. Emma se sintió triste y se reprochó no haberlo detenido. Sintió que había dejado escapar la única esperanza de felicidad en su vida. Ella quedó debilitada y enfermó. Su esposo, que la amaba con locura, se preocupó enormemente.
Con el tiempo ella fue reponiéndose. Anhelaba una casa más amplia y lujosa, más vestidos, un carruaje fino. El señor Bovary trabajaba a montones pero no lograba complacerla con nada, en cambio, él quedaba satisfecho con tan solo verla. Un día conoció a Rodolfo, un hombre rico e inteligente, que había estado con muchas mujeres, y al ver a Emma decidió que la conquistaría fácilmente, a pesar de los obstáculos. Pues había notado que su matrimonio no la hacía feliz, que estaba cansada de su marido. Ambos intercambiaron sus penas, su desprecio hacia los provincianos. Él le confesó su amor y ella cedió a él, entregándose a una pasión aún más ardua. Comenzaron a enviarse cartas, a tener encuentros prohibidos. Incluso planearon un viaje para escapar de allí y ser felices, lejos de aquellos que impedían que se amaran libremente. Rodolfo, quien al principio había insistido para que ella fuera su amante, asintió a todas las fantasías que ella planificaba, pero el día de la huída, le dejó una carta diciéndole que tal cosa era imposible y se marchó.
Emma se sintió destrozada. Esta vez su enfermedad fue aún peor, acompañada de fiebre, desmayos y delirios. El señor Bovary tenía apuros de dinero, pero solo se preocupaba por la salud de su esposa. Gradualmente, ella se recompuso. Encontró apoyo en su fe y deseó ser una santa, caritativa con todos. Recibieron apoyo económico de la madre de Bovary y él llevó a Emma al teatro, con la intención de animarla.
El teatro estaba en una ciudad vecina. Allí se encontraron con León. En cuanto los antiguos amantes se vieron tras tres años, sus pasiones despertaron. Él convenció astutamente al médico que dejara quedarse a su esposa en la ciudad otra noche más. Ambos se besaron, se profesaron amarse. Él estaba distinto, había perdido su timidez luego de estudiar en una ciudad extravagante como París. Desde entonces, ella recuperó su alegría y deseó verlo seguido. Su esposo nada sospechaba. Ella le mentía constantemente: decía que iba a sus lecciones de piano cuando en realidad iba a los brazos de León. Ambos se enviaban cartas. Ella esperaba ansiosamente los jueves, único día de la semana que podía verlo. El resto de los días resultaban una agonía. Mientras más se apasionaba por León, más despreciaba a su esposo.
Emma comenzó a comprarse vestidos, vender otros objetos, gastar dinero, firmar pagarés, sin llevar el control, ocultándoselo a su esposo. Luego de un periodo de profundo amor y felicidad junto a León, esto también se corrompió. Él pensaba en dejarla, pues ella influía sobre él de manera negativa, se volvía mandona, posesiva, voluptuosa. Sin embargo aún se resignaba a quererla. Emma recibe una carta del Estado donde se la recrimina por deudas. Debía vender sus objetos, muebles, propiedades, incluso le embargarían la casa. Ella pidió ayuda a todos los que estaban a su alcance, pero todos se excusaron. Desesperada, temiendo que su esposo se enterase, acudió a León. Él no se mostró muy comprometido a ayudarla, pues no le agradó sentirse manipulado. Ella se enfadó al no recibir su ayuda y se separaron. El dinero en medio acabó por distanciarlos.
Cuando Emma se sentía ahogada apareció Rodolfo. Ella lo sedujo, haciendo que él suplicara perdón, entonces le pidió dinero. Todo el arrepentimiento y la pasión resurgida que había sentido Rodolfo al volver a verla se esfumaron y se excusó diciendo que él tampoco tenía dinero en esos momentos. Emma se marchó abatida y bebió veneno. Su esposo lloraba angustiado y ella vio que tan solo él la había amado, tan solo él seguía junto a ella. Le dijo que no llorara, pues pronto él no tendría que cargar más con ella, aquella mujer que lo había llevado a la ruina. Él tan solo la amó más. Finalmente la vio morir. El señor Bovary pagó las deudas a grandes esfuerzos y cuidó a su hija. No dejó de amar a su esposa, incluso luego de encontrar en una caja, las cartas que ella recibía de sus dos amantes. Murió tiempo después y la niña quedó huérfana.
Análisis:
Es una historia de amores y desamores, de esperanzas y desilusiones, pero no es para nada una historia romántica. Retrata los problemas sociales de la época desde una posición crítica, como la falta de libertad de las mujeres, la obligación de la mujer hacia el hombre.
Emma es una mujer que queda atrapada en un matrimonio que nada le ofrece, lo contrario, la ahoga, la reprime. Ella vivió toda su vida encerrada: en el campo cuando era pequeña, en el internado cuando era joven, y al volverse una mujer, espera conocer el mundo, vivir dramas apasionados como los que leyó, conocer hombres como los de sus historias. Es una mujer culta y que desea aprender y ver. Pero termina atada a su casa y su esposo de por vida. Y esa desilusión se ve incrementada luego de haber soñado con un futuro magnífico, influenciada por sus novelas. Debido a esto es ingenua, jamás conoció el mundo real, tan solo sus libros, y es por esto que se deja enamorar tan fácilmente, que cree en las promesas de sus amantes sin descubrir sus verdaderas intenciones, que se deja estafar y deja a su esposo una enorme deuda.
Durante toda la novela, Emma enfrentará el remordimiento, la culpa y la frustración que siente por serle infiel a su esposo, causa por la cual, decide suicidarse. Ella no es feliz, siente que jamás lo fue ni podrá serlo. Quizás porque anhela sentir con su vida lo que siente cuando oye poesía, cuando lee novelas, cuando se deja deleitar por el teatro. La vida no se parece a las escenas perfectas ni las pasiones exageradas del arte. En cambio es simple, vana, aburrida. El único momento donde se siente feliz es cuando asiste al baile lujoso, y luego cuando se deja llevar por el fuego de sus infidelidades, pero este se acaba por apagarse y ella vuelve a sentirse desdichada. Ni siquiera se siente contenta cuando tiene una hija, ni cuando su padre le escribe o su esposo la acaricia.
Emma le es infiel a su marido por el simple hecho de que no encuentra en su matrimonio lo que busca o necesita. A pesar de que Carlos es un hombre totalmente dedicado a su mujer, también lo es, aunque no ambiciosamente, a su trabajo. Por esta razón, aunque ella es egoísta, despreocupada de todo y exigente, Carlos no le dedica el suficiente tiempo. Él también es ingenuo, pero posee esa ingenuidad que no parte del conocimiento sino de la ignorancia y la falta de sensibilidad. Emma jamás puede conversar con él sobre sus sentimientos ni ideales, él tan solo la exhibe como un trofeo al que adora, pero no intima con ella espiritualmente.
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